¿Qué se debe predicar sobre la santificación?

¿Cómo contestar esta pregunta bíblicamente?. Iniciaremos la respuesta con la primera carta que el apóstol Pablo envió a los Corintios, ¿Qué sucedió con esta iglesia?, ¿por qué Pablo dedicó tiempo para redactar una carta a estos hermanos en la fe? La iglesia de corinto se situaba en un importante ruta comercial, esto provocó al carácter inmoral de sus habitantes, eran bien conocidos por sus excesos sensuales, nada diferente a las grandes ciudades de hoy en día. Pablo inicia su carta con las palabras de los versículos 1y 2: “Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Sostenes, nuestro hermano, a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en cualquier parte invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”, más adelante en el capítulo 6:11 Pablo escribe: “Y esto erais algunos de vosotros, pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios”

Pablo les llama “santos” algo que ya ocurrió, en el momento de la muerte sustitutoria de nuestro Señor Jesucristo, a esto se le llama santificación posicional, una posición que no tuvo mérito humano, sólo de Dios, por el designio de su voluntad, pero entonces si un creyente es santo en la muerte de nuestro Señor Jesucristo, ¿por qué sigue pecando?, contestemos con la segunda carta a los corintos 3:18b…"estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” Gracias al Espíritu Santo, el creyente es santificado progresivamente mediante la Escritura, ¿hasta cuando?, hasta el momento de la santificación final o también llamada “glorificación” hasta el encuentro con nuestro Señor Jesucristo. Un creyente continúa pecando, ¿Cómo saber si un creyente está siendo santificado progresivamente?, cuando peca menos que el día anterior, cuando el creyente se arrepiente por entristecer al Espíritu Santo que le hace consciente de su pecado.